Noviembre 19, 2007
No es muy común encontrar un liderazgo ejercido desde la estrechez y limitación de la cárcel, con acusaciones de mal uso de fondos públicos, de estafa, con un estigma de corrupción y de atraco, con miles de personas afectadas por haber perdido su dinero, resentidas por eso, con cuatro juicios que enfrentar, en un ambiente contrario incluso al apelativo de banquero, con un acusador que confunde los temas del Banco Popular, con una colección de temas arbitrariamente revueltos: Fondos Visión, préstamo del West Merchant Bank, Directores prestigiosos del Banco acusados de falsificación de balances, cuestionamiento a los asientos contables por la metodología empleada.
Después de ocho años desde el cierre del Banco Popular. Nicolás Landes tiene un liderazgo aceptado cálidamente por sus ex colaboradores. Y hay que recordar que la mayoría de ellos fueron accionistas del Banco, que fueron inversionistas en los distintos sistemas que administró el mismo Banco y que por lo tanto, perdieron dinero con el cierre de esta institución que en su momento gozó de un merecido prestigio por la calidad de su servicio, por la innovación y apoyo a sus clientes. Muchos familiares de estos ex colaboradores también perdieron dinero.
¿Cómo es entonces que Landes mantiene un liderazgo sólido?
No encuentro sino estas explicaciones:
En primer lugar durante la gestión del Banco, se creó una cultura solidaria, de compromiso, de desarrollo del talento, de enfoque a la eficiencia y hacia a calidad de servicio, hacia la innovación, hacia el trabajo de equipo. Los que participaron en este esfuerzo, conocieron la forma de dirigirlo y la reconocen como una forma sobresaliente.
En segundo lugar, al haber participado con alto nivel de autonomía en la operación del Banco, conocían todas las operaciones, productos, sistemas, riesgos y ventajas que se ofrecían a los clientes. Y la limpieza y honestidad con la que se administraban los recursos del público. Por eso, el convencimiento sobre la inocencia de Nicolás Landes y de los demás implicados.
En tercer lugar estuvieron al tanto de las maniobras del gobierno colombiano para defender a personajes vinculados con la política de ese país, maniobras que incluyeron el ataque infundado al Banco Popular y que ocasionó el cierre de esta institución. Saben por lo tanto donde está la responsabilidad.
En cuarto lugar, la Comisión de la verdad ya lo dice enfáticamente: el Banco no debió cerrarse. Punto.
Desde su extradición desde Costa Rica, han pasado 11 meses y no hay sentencia para este ex banquero, para muchos convertido en chivo expiatorio, de la debacle bancaria y una demora inexplicable para dar la sentencia favorable, de segunda y final instancia para los directores y funcionarios acusados..
Por eso los ex colaboradores del Banco acudieron organizada y pacífica, pero firmemente a apoyar a su líder en la audiencia frustrada del anterior viernes.
Porque es evidente que las acusaciones son temerarias y mal intencionadas. Lo que aparece claramente es que hay un vivo de por medio que espera lucrar con esta acusación que no ha podido presentar pruebas verdaderas de mal uso de fondos, peor de estafa, peor de falsificación de documentos, y por supuesto de apropiación de recursos.
Tarda pero llega la justicia. Tarda demasiado. Y esta demora encoleriza, frustra, indigna y genera un sentimiento de impotencia y desesperanza.
Pero contra todas las predicciones y malas intenciones, se ve que la verdad comienza a brillar. Por eso hay que redoblar las acciones públicas para desenmascarar a .los verdaderos culpables.
Es mi modesto pensamiento.
Héctor
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