domingo, 19 de noviembre de 2006

ARTICULO EL COLOMBIANO LA TRAGEDIA DE UN HOMBRE HONRADO NOVIEMBRE 19, 2006

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EL COLOMBIANO.COM

La tragedia de un hombre honrado

Por Juan José Hoyos

"Bajo un gobierno que encarcela a alguien injustamente, el lugar más adecuado para un hombre justo es también la cárcel". En una semana agitada por las órdenes de captura libradas por la Corte Suprema de Justicia contra varios parlamentarios acusados de formar grupos paramilitares y de ser cómplices de matanzas y asesinatos a lo largo y ancho de la costa Atlántica, vienen a mi memoria estas palabras del poeta Henry David Thoreau, que leí hace años en su libro "La desobediencia civil".

Aclaro que las recuerdo no porque piense que las órdenes de captura son injustas, sino porque después de repasar las páginas de la nueva edición de "Los farsantes", el libro de Alberto Donadio sobre el caso del Banco Andino, creo que es injusta la detención de su principal accionista, Nicolás Landes. Él está preso en una cárcel de Costa Rica por la persecución que desató en su contra una acusación temeraria del gobierno colombiano.

Porque después de la acusación, vino la caída del banco, la orden de captura contra Landes, su exilio. Esa es la raíz de la tragedia que hoy lo tiene en huelga de hambre y a las puertas de la muerte, mientras aguarda una orden de extradición del gobierno ecuatoriano, promovida por sus antiguos competidores y por sus enemigos. Ya pagó una condena por usar un pasaporte falso, que lo salvó a medias de la persecución de las autoridades colombianas. Ahora está acusado de delitos que un juez declaró inexistentes. La política y las altas finanzas son así, en Colombia y en Cafarnaum.

La acusación contra Landes provocó hace siete años la quiebra del Banco Popular del Ecuador, dueño del Andino, y dejó en la calle a más de 700 trabajadores. Además, arruinó el buen nombre de sus directivos, quienes jamás se apoderaron del dinero de los ahorradores. Así lo ratificó hace poco el juez 45 penal del circuito de Bogotá, quien absolvió a todos los sindicados de los delitos de estafa y peculado, al encontrar que no hubo fraude en el Banco Andino y que su liquidador devolvió a la Dian y a sus clientes la totalidad de los impuestos y los depósitos recaudados. Mientras tanto, en Ecuador, las acusaciones del gobierno colombiano causaron pánico económico y obligaron al cierre del que era uno de los dos más grandes bancos del país. También sabotearon la proyectada fusión del Banco Andino con el Banco del Pacífico, su rival en el mercado.

¿Por qué pasó todo esto? Cuando uno oye la historia de boca de Alberto Donadio, uno de los pioneros del periodismo investigativo en Colombia, le cuesta trabajo creerla.

La maniobra financiera y legal de varios funcionarios colombianos, que además eran amigos personales del banquero Nicolás Landes, parece que oculta demasiadas cosas que por lo menos a primera vista huelen muy mal. Como el hecho de que el gobierno de nuestro país hubiera malgastado más de dos millones de dólares en honorarios pagados a abogados estadounidenses para sostener una demanda judicial contra Landes y su banco en las cortes de Estados Unidos, a pesar de que las autoridades bancarias de la Florida desecharon el fundamento de la demanda. También, el hecho de que el banco rival de Landes financiara la operación de compra de Invercolsa por parte de un funcionario del primer gobierno del presidente Álvaro Uribe.

Sobre esta operación, si uno lee con cuidado el libro de Donadio se da cuenta de que una filial del Banco del Pacífico en Panamá, antes del escándalo, otorgó un crédito por más de 8 millones 750 mil dólares a Fernando Londoño Hoyos y su esposa con el fin de financiar su fallida compra de acciones de Invercolsa, a la Empresa Colombiana de Petróleos, Ecopetrol. Esa negociación fue objetada por jueces colombianos. Después, Londoño Hoyos renunció a su cargo de ministro del Interior y de Justicia. No hay que olvidar que Londoño Hoyos había sido presidente de la junta directiva del Banco del Pacífico en Colombia. Este fue intervenido por la misma época en que lo fue el Andino, pero jamás fue investigado ni sancionado por el gobierno de Colombia. El de Nicolás Landes, sí.

¿Pero quién es Nicolás Landes, la víctima de esta disparatada historia? Según Donadio, es un banquero ecuatoriano cuya única preocupación era su banco. Los altos empleados que lo acompañaban a reuniones con otros banqueros dicen que a veces los hacía avergonzar porque iba vestido con trajes demasiado usados. Landes ni siquiera compraba zapatos nuevos: llevaba a remontar los viejos en las zapaterías del centro de Bogotá. La gente que lo visitaba en su casa de Miami lo encontraba casi siempre en ropa deportiva. Era difícil adivinar el color exacto de sus camisetas de algodón. Cuando era presidente de su banco, botaba al cesto de la basura las invitaciones a bodas y actos sociales, sin siquiera abrirlas, una cualidad poco apreciada entre políticos y banqueros.

Landes, además, usaba reloj Casio, de plástico, y tenía un automóvil Mercedes Benz, de segunda mano, que él mismo manejaba. Él era quien ponía los faxes y redactaba las cartas del banco en su computador. Su oficina estaba abierta durante todo el día y cualquier empleado podía entrar sin tocar la puerta ni pedir cita previa. En las oficinas había una extensión telefónica que los empleados podían marcar y él mismo contestaba las llamadas. Además, había un teléfono para que los clientes llamaran al presidente del banco, y él también lo contestaba.

Landes viajaba en clase económica y a veces, en el avión, se encontraba con sus empleados, que sí viajaban en primera clase. Pasaba casi todos los fines de semana encerrado en su casa, leyendo libros de economía, de administración, de historia y grandes biografías.

Cuando viajaba a Bogotá, después de comprar el Banco Andino, se alojaba en un hotel situado a dos cuadras de su oficina para poder caminar hasta allí. No aceptaba ir a ninguna fiesta o recepción de las muchas a las que era invitado. En sus casas de Miami y Quito se alojaban con frecuencia presidentes, embajadores en Washington, candidatos presidenciales, industriales y financistas de Colombia. También se entregaban cheques de más de seis ceros para algunas campañas presidenciales. Casi todos los amigos beneficiarios de esos favores le dieron la espalda y lo desplumaron. Pobre Nicolás Landes. Cuando pisó Colombia, no sabía que pisaba una tierra de leones, donde las culebras andan paradas.

Donadio habló de la tragedia de Landes acompañado por tres antiguas empleadas del Banco Popular del Ecuador. Ellas viajaron a Colombia a entregar al presidente Álvaro Uribe una carta firmada por más de un centenar de trabajadores ecuatorianos del banco de Landes en la que piden al gobierno aclarar en forma pública a los ciudadanos de Colombia y Ecuador por qué fueron engañados de manera reiterada por altos funcionarios colombianos y por qué los directivos del Banco Andino fueron "sometidos durante siete años a infames acusaciones hoy judicialmente declaradas sin fundamento".

Los trabajadores pidieron al presidente explicar por qué nuestro gobierno acusó al Banco Andino de apoderarse en forma indebida de más de 64 millones de dólares de impuestos recaudados por cuenta de la Dian -que fueron devueltos en su totalidad, tal como lo comprobó la justicia colombiana- mientras el Banco del Pacífico, propiedad de banqueros ecuatorianos competidores de Landes, debe a la Dian y a sus acreedores más de 22 mil millones de pesos y ni siquiera ha sido investigado. Leyendo la carta, pensé en otra frase de Henry David Thoreau: "Las leyes nunca harán libres a los hombres; son los hombres quienes tienen que hacer las leyes libres. Los verdaderos amantes de la ley y el orden son quienes cumplen las leyes cuando el gobierno las quebranta".

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